Con ser musa de un borracho ya no bastaba. El problema vino cuando le decidí abrir más el corazón que las piernas, cuando pasó de romperme las medias y me rompió el alma.
Quizá el problema es que dejó de beber, y a veces las poesías que soltaba ebrio no era capaz de canalizarlas sobrio.
No le odiaba, le escribía. Que es peor.
Sólo me tenía cuando se follaba mis lágrimas, y no mis borracheras, que es lo que enamora a una mujer. Creo.
Tan atractivamente vacío que cuando se perdía, bebía, y de nuevo a mis piernas. Qué vértigo.
Yo le quería a veces, él a mí veces.
¿Y si se enamoró estando borracho?
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