Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

25 febrero 2014

A aquel hombre, por amor al arte:

Que no sabe que corta el tráfico de la Gran Vía cuando me saluda con la mano; figura grácil de bordes oblicuos, abstracto trazado por la madre de todos, pero sobre todo la suya. Rompe las paredes cuando desnudo se apoya después de hacerme volar como el aire acelerado por un ventilador.

El desastre más bonito hecho persona,
padre de la peculiaridad, un ápice de locura inundada.
Dónde estará si no a mi vera,
donde se ha dejado a mi vicio la primavera.
Apóptosis diario desde el filo de sus labios,
gruesos para comerme mejor.

Y me comió,
el lobo audaz se enamoró
de la Caperucita que sólo sabía escribir de vez en cuando.

                                                                                 «A puñados yo te lo doy»