Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

21 junio 2014

En el seno de una vida cambiada, nací yo.
En un lugar de importancia colectiva, de grandes privilegios y monstruos férreos, lleno de personas vacías y vacíos de personas. Predominio de sumisión y esperanzas huecas.
Gobernado por comadrejas de risa irritante que hacen sangrar a los civiles, arrebatándoles todo aquello que llena sus bolsillos de deseos perdidos. Lugar de libertad ilimitada en los papeles y dictadura en las calles, de miseria desconocida por ser discreta pero latente para todos. Donde la jocosidad es un bien escaso en la rutina de algunos y los malabares matemáticos el día a día de todos. Reboso absoluto de desesperación y rabia.
De habitantes caraduras que aprenden a trepar en vez de la fecha de la Guerra Civil o el poema XV de las Rimas de Bécquer, que defraudan y esquivan vertiginosamente aquello considerado como una obligación. Gente maravillosa, en engañar; de comportamiento denigrante, dominado por sus más bajas pasiones y absurdas creencias, pertenecientes a cuchitriles malgastados vendidos a precio de oro.
En un mundo soez, cuya descripción se muestra imposible de concluir, y al que califico personalmente como una chapuza al intento de vivir, nací yo.