Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

08 diciembre 2014

Aún espero asomarme al espejo y ver a esa lozanía de niña:
con pecas, con dos coletas,
de cinco sentidos intactos, sin atrofiar, de cara lavada
y días blancos.
Que se conformaba con besar descosidos
si eso la hacía reír un rato; que perseguía sueños
y jamás fue capaz de dormirse,
de morirse.
De las de "por fin vienes, viernes"
Tan efímera como un dibujo en la orilla del mar.
Porque pecar nos hace ser personas, o al revés.
Todo franco.


Aún espero asomarme al espejo y no ver a ese intento de mujer:
que se ha caído incontables veces, pero a la par que otros, que no es caída,
aquella que, cuando el lado izquierdo de la cama está vacío,
no quiere quedarse un poco más. Y así con la vida.
Ve, las luces de la ciudad y aquel garabato desde el balcón 
que quizá fue para ella.
Dura de roer hasta con el mejor anzuelo.
De época en la que lo prometido es duda, 
ya que las deudas se han dejado de fiar.
La que se mide por noches sin caber en ninguna.
Tan eviterna como un ángel caído que sabe que ha hecho las cosas mal.
Porque errar nos hace ser personas, o al revés.
Todo torcido.

17 noviembre 2014

Podría ganar esta batalla,
ambos lo sabemos,
pero vengo a advertirte:

Es tan fácil haberse querido quedar que ni siquiera has intentado irte. Y quiero que lo hagas. Por razones que se antojan obvias, por no verte envuelto en un agujero negro de voces que se asemejen a la mía y te sumen en la más dicharachera, pero a la vez lóbrega, locura; por no determinar tus noches en vela y tus días en cama.
Vete,
o te quedarás deseando haberte ido cuando pude advertírtelo, 
porque, ya no lo haré más,
no puedo.

Seré incapaz de evitar que el lobo se coma a la oveja.
Aunque, muy a mi pesar, puede que ya te hayas ido.
                                                                                                                                              (Pero no)

22 octubre 2014

Si me llamara guerra,
habría ganado todas las batallas habidas.

Batallas en las que,
más vale el perdedor por ganador
que el mismo por perdedor.

Perdedor aquel que no ve cada día cómo te vas.

Así como te has ido puedes volver,
aun sabiendo que no volverás.

Porque volver es tropezar día sí
y día también con mi puta boca.

Boca carente de sentido si no te suspira,
apóptosis de domingo para cualquiera;
menos para ti.

Para ti, que revivías según te mordía
aunque fuera la peor muerte.

Muerte de luna,
que mil y una noches cubría esta ruina.

Ruinas desatadas
cuando rozábamos la voluptuosidad de la cama.

La cama, el centro de nuestra vida;
mi vida.

Mi vida, colmada hasta el tope
o mi vida colmada hasta el tope.

Hasta el tope de la puerta de ese hotel,
ojos de tigre.

Ojos como de tigre
se avecinaron contra mí.

Contra mí fue siempre el mundo.

En un mundo lleno de injusticias,
olvidé,
que la mayor injusticia la cometí yo.
Y lo siento.

26 julio 2014

Yo: 
metáfora sin elemento real,
complemento de régimen que siempre te exige a ti,
el adjetivo sucio de la oración.

Tú: 
el núcleo,
antecedente de toda palabrería,
antónimo de anómalo.

Mi delirio: 
subrayar lo obvio de ti,
sombrear el título de tus ojos,
analizar sintácticamente la partitura de tu voz,
tu sintaxis inteligible;
sinopsis de por qué se te eriza la piel.

A tu parecer: 
sujeto elíptico, estando sin estar.
Vida de disyuntivas,
sustantivo sin sentido,
sinónimo de la sinestesia: amarillo chillón,
las copulativas sólo en las frases.

Efecto:
Podían volar cabezas y llenarse todo de verbos sin usar,
pero es hora de irse.
Aun así, perfecta la simbiosis.


El tiempo se la llevó demasiado pronto y aún puedo escribir con ella.
Inquietante es ver cómo se quedó en la mente de todo aquel que la había visto, ya que iba sin hacer ruido.

De entre los seres más complejos ella era la primera, alguien sumido en las manías más insanas habidas y por haber. Obsesionada estaba con los espejos, buscaba uno cada hora y si le desagradaba su reflejo modificaba sus habituales barbaridades. Era una chica cambiante pero muy guapa, horrible para ella misma y celestial para los demás. Quizá mi costumbre de recordárselo fue una de las cosas que compusieron su bala mortal. Me miraba con angustia, como repitiéndome "sólo estoy intentando salvarme". Nunca se enfadaba, sólo observaba por la ventana el mundo mojado perdida en pensamientos que sólo ella hallaba y sabía. No sé si me quería, pero sí me agradecía la predisposición de morir con ella en la que se me iba la salud. Basó su existencia en el arte de disimular, actuaba casi sin querer y qué bien le salía siempre todo. Se fue apagando paulatinamente como un día de invierno hasta que la vida se cansó de mantenerla todas las mañanas.

La admiraba tanto como me hubiera gustado admirarme yo. Y la quería.

21 junio 2014

En el seno de una vida cambiada, nací yo.
En un lugar de importancia colectiva, de grandes privilegios y monstruos férreos, lleno de personas vacías y vacíos de personas. Predominio de sumisión y esperanzas huecas.
Gobernado por comadrejas de risa irritante que hacen sangrar a los civiles, arrebatándoles todo aquello que llena sus bolsillos de deseos perdidos. Lugar de libertad ilimitada en los papeles y dictadura en las calles, de miseria desconocida por ser discreta pero latente para todos. Donde la jocosidad es un bien escaso en la rutina de algunos y los malabares matemáticos el día a día de todos. Reboso absoluto de desesperación y rabia.
De habitantes caraduras que aprenden a trepar en vez de la fecha de la Guerra Civil o el poema XV de las Rimas de Bécquer, que defraudan y esquivan vertiginosamente aquello considerado como una obligación. Gente maravillosa, en engañar; de comportamiento denigrante, dominado por sus más bajas pasiones y absurdas creencias, pertenecientes a cuchitriles malgastados vendidos a precio de oro.
En un mundo soez, cuya descripción se muestra imposible de concluir, y al que califico personalmente como una chapuza al intento de vivir, nací yo.

26 abril 2014

Desquitarte la ropa,
el miedo,
la vergüenza.

Ponerte en cuarentena,
castigado,
desterrado.

Debí salir buena,
sumisa,
simpática.

        - pero -

Salí poeta,
cabrona,
borde.
Como una prostituta cuando sale del trabajo.

        - qué se le va a hacer -

Los hoyuelos de tu sonrisa,
creerte aquí
y no estar.

        - por haberte echado yo -

Observar el alba
cuando tú decidas.
Matarnos los dos.

        - anochece cuando vengas -

Algo me vienes,
tu sonrisa de encaje,
tus hoyuelos rotos.

        - no tan rotos como yo -

Dejarte marchar,
último septiembre,
callada sin valor.

       - Nos echo mucho de menos -

Iré allí donde huyas,
me acordaré de ti cuando me olvides,
abriré tus puertas cerradas,
porque algo te quiero.

10 marzo 2014

La fugaz muerte del que ve faltar un trozo de su corazón,
el despojo de un meteorito en el espejo.
Siento tanto, que pido perdón
por no dejar a los demás verlo.
Deberías creerte eterno por esa lozanía pura que tienes.
    - He vuelto a hacerlo -
querer que vengas,
que acabe yendo yo
y nos perdamos ambos,
no una,
ni dos,
    - sino tres veces -
como dos aves recién llegada la primavera.
Prima la vera a tus cortes de mangas
antes que a tus cuentos rosas, debes saber.
Así como los días que te afeitas
sobre los que decides atravesar la maleza.
Así con la soltura de quien lleva cien vidas vividas,
me hizo el amor;
mas me besó con la ineptitud del recién nacido
que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

Sin ser literal, estamos tan fundidos como el reloj de Dalí.

25 febrero 2014

A aquel hombre, por amor al arte:

Que no sabe que corta el tráfico de la Gran Vía cuando me saluda con la mano; figura grácil de bordes oblicuos, abstracto trazado por la madre de todos, pero sobre todo la suya. Rompe las paredes cuando desnudo se apoya después de hacerme volar como el aire acelerado por un ventilador.

El desastre más bonito hecho persona,
padre de la peculiaridad, un ápice de locura inundada.
Dónde estará si no a mi vera,
donde se ha dejado a mi vicio la primavera.
Apóptosis diario desde el filo de sus labios,
gruesos para comerme mejor.

Y me comió,
el lobo audaz se enamoró
de la Caperucita que sólo sabía escribir de vez en cuando.

                                                                                 «A puñados yo te lo doy»

28 enero 2014

Como cada dorada mañana de Mayo, Jack sale hacia ninguna parte vestido con un único cuaderno forrado de cuero marrón y compuesto por hojas de filos plateados. El reloj de la estación de metro marcaba las doce en punto. En pleno ecuador del día Madrid parecía una gran selva de bestias de hierro que surcaban las calles con furia e ímpetu. El crepúsculo de la mañana había dejado ebrios, almas en pena de amor y poetas, víctimas del alivio de la noche, sobre las frías calzadas de la capital. Llovizna, arcoiris (...)
El reloj de la estación de metro volvía a marcar las doce, esta vez en oscuridad. La muchedumbre que abarrotaba las calles hace apenas instantes ha disminuido como la tal Alicia que veía conejos blancos.

- Otro día de esos de anónimos en Madrid -

Tres minutos, corre.
El tren tan tarde llega veloz por las vías,
llega veloz por las vías,
y para lento,
y para.

Jack, cuaderno en mano, era esperanza ya rota. Tantas estaciones como minutos en su reloj de muñeca. Repentinamente, un ángel encaprichado en bajar al mundo de los vivos se encuentra delante de él. El rugido de la furia metálica, como empujándolo, obliga a Jack a abrir por vez primera en aquel Martes su cuaderno.
"Es guapa, bueno, algo atractiva, pizpireta su apariencia...". Lo borró. Descontento, con ideas difusas, comenzó a concentrarse en ella, a inmiscuirse en su ser.
"...podría confundirse con una flor de jardín real de la delicadeza que hacía llegar. El viento de la capital  había hecho de su pelo un abismo de bellos enredos castaños cual nidos de golondrinas. Perfecta figura grácil sobre un asiento demasiado vulgar si un trono se merece. Se humedece los labios sin que nadie más pueda hacerlo en su lugar, terriblemente cruel. Las tinieblas de sus cabellos dejan entrever poco a poco aquel valle de los caídos, lleno de verdor, en su más notorio auge. Criatura querida por los dioses, la distraída. Incluso su sombra se me antoja dicharachera bailando al ritmo de los zumbidos del tren..."

Milésimas de segundo,
y para el tren en Plaza,
y para.

Atónito, Jack observa cómo la musa de sus últimos pensamientos se desvanece. Pero no puede haber escritor sin musa.
Y sólo a media voz pronunciar pudo "Eres mi casa, Madrid de ojos verdes"

07 enero 2014

Ella era ruda, bella testaruda,
de vida desordenada,
no tenía nada claro, se mordía el labio.
Carecía de sencillez, le sobraban los tacos.
Se enfadaba a menudo, se le marcaban las clavículas.
Sus pupilas se dilataban, se reía.
Fumaba a ratos y me quería a medias.
Me miraba intenso, me comprendía lento.
Creía que nadie estaba a su altura,
llegué yo y se puso tacones.

Ella no me atraía para nada.
Aunque supongamos que me baila en la cornisa del piso décimo quinto.
Me empezaría a matar un poquito.