Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

24 enero 2013

La noche no es oscuridad, qué va.
Altivez, que me encantas.
La verdad estalla en mis deseos. Oye, ven, qué dices.
Escribiendo sin adjetivos,
así fue cómo empezó todo, ya ves.
Que amanecimos a la mañana siguiente como San Francisco tras el terremoto. 
Devastador.

12 enero 2013

Una casa. Ya sabéis, una casa. Una casa blanca como su tez, alumbraba las alturas de la costa. El mar embravecido avecinaba tormenta, la sal revoloteaba en el ambiente y se acoplaba en mis cabellos. Tardes de esas que invitan a pasear, arena entre los dedos. Vegetación de un hermoso verde colindaba con la casa que reinaba el lugar. Nubes hacían del sol algo pálido y sin vida, el día se apagaba y las calles se encendían a la par. Una gota de lluvia me cayó sobre la palma de la mano, erizando todo mi cuerpo. El cielo hablándome 'Échale de menos pero no le busques'. La lluvia había metamorfoseado ya mi pelo liso en algo imposible de dominar. La ventolera se introducía bruscamente en el abismo de mi vestido, azul, su color preferido. Empapada y sin rumbo, la arena pegada, los ojos en llanto. '¿Qué haces que no bajas?'. La muerte postrada a los pies de aquel escarpado barranco, caminó hacia a mi, me besó y me desvistió. La casa mirando. Todo me recordaba al del torso delgado.

Silencio. Carencia de ilusión. Miro a la izquierda y vacío. Miro a la derecha y gente vacía. El recuerdo de aquellas tardes pesa. La distancia me humilla, el corazón llora. Miro al frente, y críticas, mundo sin sentimientos. Silencio.

Silencio. Eco de llantos, necesidad de muchos, miedo de tantos. Ni cuándo surge ni por qué, sólo silencio.


Silencio en las calles, vaga tu recuerdo y llueve. Farolas apagadas, gente corriente, qué pena que amen lo común. Silencio.


Silencio en la mirada, labios pálidos que no besan, aliento entrecortado, voz que vacila tu nombre. Silencio.


Silencio en la muchedumbre. ¿Qué hago aquí sin ti? Tus andares bailan mi vista, muérome en tus manos, tu rostro elevado a grado divino. Y, ¿ahora que no estás? Silencio.