Podría ganar esta batalla,
ambos lo sabemos,
pero vengo a advertirte:
Es tan fácil haberse querido quedar que ni siquiera has intentado irte. Y quiero que lo hagas. Por razones que se antojan obvias, por no verte envuelto en un agujero negro de voces que se asemejen a la mía y te sumen en la más dicharachera, pero a la vez lóbrega, locura; por no determinar tus noches en vela y tus días en cama.
Vete,
o te quedarás deseando haberte ido cuando pude advertírtelo,
porque, ya no lo haré más,
no puedo.
Seré incapaz de evitar que el lobo se coma a la oveja.
Aunque, muy a mi pesar, puede que ya te hayas ido.
(Pero no)