Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

12 julio 2013

No sólo de penas vive el hombre.
Cuando la curiosidad mató al gato los "ciento volando"
ya se habían largado. 
Yo escribía a menudo, pero 
tú ya te habías pasado siete poesías, 
poniendo los puntos sobre la cama
y mis piernas abiertas sobre la mesa. 
Éramos tan fáciles que complacernos era follar y cantar, 
que un día es un día 
y más vale un verso recitado 
que mil gemidos gritando. 
"No te engañes, tía, 
si cae antes en los brazos de Morfeo que en los tuyos
 no te quiere".
Y que esperábamos a vernos como agua de otoño, ¿qué? 
Se nos han metido nuestras respiraciones entre estrofa y estrofa.
Y eso no puede ser.
Cuando no sólo nos dormíamos en los laureles
y nos quedábamos fritos 
en aquel banco del parque. 
Un verdadero poeta hace arte de un árbol caído, 
que de no querer pasar página 
escribía siempre los mismos alejandrinos. 
Estando, se nos iba el tiempo al cielo 
y para qué lo queríamos teniendo unos ojos 
donde guardar el insomnio. 
¿Follamos? 
Hoy por mi mañana por mi. 
No, mentira. 
Hoy por ti mañana por otro. 
Llorando sólo me arrima el hombro la soledad, 
y qué bien lo hace. 
Estamos hechos un trapo viejo y sucio, 
pero por dentro. Quizá roto,
porque siempre hay un roto para un descosido. 
Y qué me dices de lo apaciguador que es el mundo 
haciendo de pañuelo
 para encontrarte con todo aquel 
al que le deseas partir la cara. 
No estábamos juntos por H o por B. 
La cuestión era no quererse por mucho tiempo. 
Que ni como el perro y el gato 
sino como el agua y el aceite, 
repelentes, 
de irse con la música a otra parte 
y escucharla desde las antípodas. 
Tuviste la voz cantante 
pero siempre estabas con la misma canción: 
balada triste de ritmo casi nulo 
que hacía llorar, de esas que si fueran una persona
 tendría ojeras. Pues esa era yo, tu canción. 
Dos no se pelean si uno no quiere follar, 
y claro, 
todo el día en tu cama. 
No somos folio limpio, 
ni un correveidile de palabras, 
ni nunca damos nuestro arte a torcer. 
Pero si lo que no te mata, siempre crea adicción, será el mal de muchos.
Pero:



                                La avaricia rompe el saco y tus ganas mis medias (mentiras).
                                A palabras necias, polvo bien echado.