No sólo de penas vive el hombre.
Cuando la curiosidad mató al gato los "ciento volando"
ya se habían largado.
Yo escribía a menudo, pero
tú ya te habías pasado siete poesías,
poniendo los puntos sobre la cama
y mis piernas abiertas sobre la mesa.
Éramos tan fáciles que complacernos era follar y cantar,
que un día es un día
y más vale un verso recitado
que mil gemidos gritando.
"No te engañes, tía,
si cae antes en los brazos de Morfeo que en los tuyos
no te quiere".
Y que esperábamos a vernos como agua de otoño, ¿qué?
Se nos han metido nuestras respiraciones entre estrofa y estrofa.
Y eso no puede ser.
Cuando no sólo nos dormíamos en los laureles
y nos quedábamos fritos
en aquel banco del parque.
Un verdadero poeta hace arte de un árbol caído,
que de no querer pasar página
escribía siempre los mismos alejandrinos.
Estando, se nos iba el tiempo al cielo
y para qué lo queríamos teniendo unos ojos
donde guardar el insomnio.
¿Follamos?
Hoy por mi mañana por mi.
No, mentira.
Hoy por ti mañana por otro.
Llorando sólo me arrima el hombro la soledad,
y qué bien lo hace.
Estamos hechos un trapo viejo y sucio,
pero por dentro. Quizá roto,
porque siempre hay un roto para un descosido.
Y qué me dices de lo apaciguador que es el mundo
haciendo de pañuelo
para encontrarte con todo aquel
al que le deseas partir la cara.
No estábamos juntos por H o por B.
La cuestión era no quererse por mucho tiempo.
Que ni como el perro y el gato
sino como el agua y el aceite,
repelentes,
de irse con la música a otra parte
y escucharla desde las antípodas.
Tuviste la voz cantante
pero siempre estabas con la misma canción:
balada triste de ritmo casi nulo
que hacía llorar, de esas que si fueran una persona
tendría ojeras. Pues esa era yo, tu canción.
Dos no se pelean si uno no quiere follar,
y claro,
todo el día en tu cama.
No somos folio limpio,
ni un correveidile de palabras,
ni nunca damos nuestro arte a torcer.
Pero si lo que no te mata, siempre crea adicción, será el mal de muchos.
Pero:
La avaricia rompe el saco y tus ganas mis medias (mentiras).
A palabras necias, polvo bien echado.