Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

08 diciembre 2014

Aún espero asomarme al espejo y ver a esa lozanía de niña:
con pecas, con dos coletas,
de cinco sentidos intactos, sin atrofiar, de cara lavada
y días blancos.
Que se conformaba con besar descosidos
si eso la hacía reír un rato; que perseguía sueños
y jamás fue capaz de dormirse,
de morirse.
De las de "por fin vienes, viernes"
Tan efímera como un dibujo en la orilla del mar.
Porque pecar nos hace ser personas, o al revés.
Todo franco.


Aún espero asomarme al espejo y no ver a ese intento de mujer:
que se ha caído incontables veces, pero a la par que otros, que no es caída,
aquella que, cuando el lado izquierdo de la cama está vacío,
no quiere quedarse un poco más. Y así con la vida.
Ve, las luces de la ciudad y aquel garabato desde el balcón 
que quizá fue para ella.
Dura de roer hasta con el mejor anzuelo.
De época en la que lo prometido es duda, 
ya que las deudas se han dejado de fiar.
La que se mide por noches sin caber en ninguna.
Tan eviterna como un ángel caído que sabe que ha hecho las cosas mal.
Porque errar nos hace ser personas, o al revés.
Todo torcido.