Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

12 mayo 2013

Qué bonito confiar en una moneda las decisiones más importantes de una noche, ¿no?
Que si es cara lo mismo te muerdo y si es cruz, también. Pero no sé.
Fijaos que de elegir entre prioridades siempre preferimos que salga algo. El problema es que me veían nítida a las cinco de la mañana y desdibujada a las cinco de la tarde. ¿Quién podía elegir entre eso?
Qué calvario ni qué calvario. A ver si se nos pierde la moneda y me eliges tú, ¿no?
Menos mal que sabes besar, porque sin la moneda no entendías de nada más que desear que saliera cruz para volverme a empotrar contra la mesa.
Saliera lo que saliera la noche iba a ser sublime, sinónimo de desastrosa en este caso.
No quiero volver a tirar monedas. Una noche sólo buscaba ahuyentar el frío y un café, solo. Tiré una y acabé en las entrañas de un hostal haciendo maravillas, qué cosas.
Quien sabe si mis padres creían más en el destino y dejaban la vida pasar o creían más en el azar y quedaban para tirar monedas a una fuente.

El caso es que salió una cara cuando nací y ni me he enterado.

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