Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

19 mayo 2012

Llevaba muchísimo tiempo queriendo escribir sobre algo, que ahora mismo intentaré plasmar.
Ayer, o cualquier otro día, yendo en el metro, pensé en demasiadas cosas a la vez, quizá por aburrimiento quizá porque es el mejor lugar para hacerlo. Yo ahí sentada con mi música, y mientras tanto, pasan por delante de mis ojos cientos de vidas distintas. Mis pupilas ven ocurrir mil situaciones. Detrás de cada mirada hay una historia diferente. Tú te plantas allí con un destino claro, todos lo hacen, y cada uno va con ideas muy diversas en la cabeza, y la mayoría también en el corazón. A veces, observas a gente que tan sólo está en el metro por el mero hecho de conseguir algo de dinero para comer, y nosotros vamos con problemas en el pensamiento mirando con asco a la vida sin darnos cuenta hasta que lo vemos, que son problemas insignificantes. Si tenemos el privilegio de poder pagarnos un billete para ir a algún sitio ansiado, para ver a alguien querido o por simple gusto, tan sólo por eso, deberíamos estar felices. Nos sentimos quizá ridículos cuando corremos hacia el vagón y éste se va sin nosotros. Pero sabéis qué, el destino lo ha querido así por algo, estad seguros de que si consideráis como algo malo perder un tren es porque después, muy pronto, pasará algo bueno. Parece ínfimo y desdeñable el hecho de perder un tren, que Dios sabe a dónde te lleva... pero, francamente hablando, siempre desencadena otro algo más importante, ¿no creéis? Mil cosas se me pasaban por la cabeza como un flash que inmortaliza recuerdos, ayer cuando viajaba en aquellos vagones, cosas que ahora no podría explicar detalladamente, pero algo habréis entendido de todo esto que ha salido de mis dedos y llega hasta vuestras córneas, algo pequeño que quizá haga que penséis a la hora de coger un tren.

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