Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

11 marzo 2012

Pensar en que mi vida, hecha un mar de desorden, volverá pronto a su cauce, es totalmente un absurdo. Ahora toca sufrir. Tengo en un pedestal las señales que me manda el destino, siempre ha sido correcto seguirlas. Un día íbamos en un autobús, tú y yo, sin mediar palabra, y de repente llegamos a tu destino, te bajaste y quizás pensabas que yo iba detrás tuya, pero no encontraste calor y me observaste sorprendido mientras el autobús se me llevaba lejos de ti. No sé qué pensé en ese momento, pero pulsé el botón para bajarme en la siguiente parada. Inconscientemente tú andaste detrás del transporte con la esperanza de que nuestras miradas se encontraran para fundirse. Me bajé, y verte ahí corriendo para encontrarme, hizo que todo se me revolviera, salí apresurada hacia a ti, y te abrazé. Desde ese día, creo todavía más firmemente en las casualidades, en que el destino nos quería ver unidos. Sigo pensando que aunque pasen veinte años y nuestras vidas tomen caminos diferentes, yo pasaré el resto de mi vida contigo, aunque sea en el felpudo de tu casa.

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