Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

22 noviembre 2012

Es algo triste eso de prohibir la salida a toda la magia que tu corazón aguarda por expresar. Últimamente ni yo me entiendo ni me quiero entender. La vida me ha cohibido del orden y me ha arrojado, sin permiso, a un abismo del que es difícil salir, como la droga, casi imposible, pero, ¿yo he intentado salir, quiero salir? resuena el eco. Cuando creo haber recobrado la cordura, aparece con su típico uso de palabra que me borra todo, me pierde y me secuestra. Aún no he logrado hallar aquello que me hace, que tan perdida me deja y tan por dentro me quema. Una palabra suya es capaz de hacerle recobrar al mundo su sentido. Ciertamente ando en deseos, ando en deseos de quién sabe qué tipo... de aclarar esta locura, porque como tal me hace carecer del total sentido de la razón, de la seriedad. Incluso me hace expresarme mal, no sé ni qué escribo en este momento en que mi persona se halla. Defensora de la improvisación y tan medrosa ante un impulso, ese que me quita el sueño cada noche que a la luna le da por verte. Pesadilla de cada día que daría fin confesando cualquier aseveración proveniente de las venas que cubren mi agitada sangre. Lo cierto es que llego a venerarte.

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