Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

23 julio 2012

Sabiendo que nada tiene arreglo aún puedo sonreír, fingir al menos delante de los que me importan para que no se echen ellos la culpa por nada de lo que me pase. Pensé tantas cosas, que se desmoronan en un minuto, un segundo, hasta que mi vista ha visualizado y digerido aquel par de palabras. Negarse a los hechos es todavía más duro que aceptarlos. Que te oigan sollozar al otro lado de la puerta del baño, duele más que llorar delante de ellos. Que te encuentren por casualidad deambulando por las calles sin rumbo y sin dignidad te pisa la moral. Tocar el piano por encontrarse mal y no por superarse duele. Apretar las teclas y que te pinche el corazón, salir mientras llueve para que no se percate nadie, hacer esfuerzos sobrehumanos para dejar todo como está y no montar escándalos, para que nadie se atreva a preguntarme si estoy bien. Duele ver que las personas que quieres se hacen los oídos sordos porque saben que me molesta que me pregunten por qué lloro. Desde pequeña me acostumbré a no recibir apoyos de nadie, no porque no quiera sino porque lo prefiero así, las cosas están mejor sufríendolas sola, superándolo yo sola, saliendo por mí misma de todo bache que me pone la vida. Aparentar ser fuerte y debilitarse más que una mariposa en su último día de vida en la intimidad. Elegí esto, y yo únicamente yo, aceptaré las consecuencias y cargaré con todas las culpas, con todos los reproches, con todos los 'te lo dije'. Algún día estaré de nuevo orgullosa de mí, siempre lo he estado, porque yo sola he aprendido a hacerlo todo, yo sola sé defenderme, yo sola sé vivir y yo sola me he convertido en una mujer.

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