Así, con la soltura de quien lleva cien vidas vividas, me hizo el amor; mas me besó con la ineptitud del recién nacido que sólo sabe que ha venido al mundo para llorar.

20 abril 2012

Creía seguir dormida cuando abrí los ojos. La luz del sol me molestaba y hacía que los ojos me llorasen. Pensé, y no podía creer todo lo que había pasado antes de acostarme. Todo el mundo que hubiera visto aquello podría haber pensado que tengo al novio más maravilloso del mundo. Pero yo pensaba en cierta medida, lo contrario. Él nunca era de detalles, de hacer cosas tan grandes por mí. Algo había cambiado, todo esto había marcado un antes y un después en lo que ha sido nuestra relación en los últimos dos años. 'Buenísimos días princesa, he estado toda la noche sonriendo porque hoy te iba a ver, más tarde podré besarte. Te quiero'. No sabía ni qué contestar, no podía aún asimilar la felicidad que me producía estar bien con él. Es que no podía vivir sin su cariño. Definitivamente, primero desayuno y luego pienso, me levanté hambrienta como de costumbre. Era jueves, mi madre trabaja, mi padre también, mi hermano no tiene vacaciones. Me gustaba la soledad a ratos, era cuando realmente podía ser yo y hacer lo que quisiera, por supuesto. Mi padre me hubiese regañado por desayunar una rebanada de pan untado por tomate y ajo cubierto de una loncha de jamón. Un sonido lejano interrumpió mi sesión mañanera televisiva. Parece que en vista de no contestar Hache me había enviado otro mensaje. 'Anda, sosa, mira por la ventana y acoge un pobre desgraciado'. No podía dar crédito. ¡No podía ser! Pues sí, lo era. Hache estaba mirando hacia arriba con ojos risueños, con una cazadora y la bufanda que le regalé, hacía algo de frío.
- ¡SÚBEME RAPUNZEL!
Quería reírme a carcajadas, o llorar de alegría, no sabía muy bien qué.
Corrí hacia la puerta y al abrir me dio la sensación de que llevaba toda la vida esperándome en aquella puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario